CUANDO EL ASCO INUNDA LA VIDA
Intento mirar, levemente echada hacia atrás, como si intentase distanciarme de lo que me rodea, pero es inútil. Una sensación de asco me inunda, se pega a mí y se mete dentro sin que pueda hacer nada por desprenderme de ella. He huído lejos de los problemas próximos, de la desazón que recorre mi tierra y sus gentes y he emigrado hacia el norte. Inútil. Hasta aquí llegan los ecos de los escalofriantes datos del paro, de las familias desahuciadas, de los retoques del gobierno para apoyarse y saquear el bolsillo de los que menos tienen cuando vienen mal dadas. Muy mal dadas. He querido huir de la improvisación del «donde dije Digo, digo Diego» de un iluminado que está convencido de que a él no le pueden salir las cosas mal aunque le llame al orden y a la acción el mismísimo Obama. De una oposición incapaz de aprender el papel de la oposición, ni tan siquiera en tiempos de crisis; que desconoce el concepto «arrimar el hombro» y ser constructiva; que es incapaz de aportar posibles soluciones porque solo sabe mirar los problemas en clave electoralista a ver si puede sacar tajada de la crisis.
El Presidente Rguez. Zapatero con la ministra Elena Salgado, el día que se anunciaron en el Congreso de Diputados las medidas contra la crisis.
Asco, náusea, pestilencia. Paro, recortes a los salarios medios y bajos, a las pensiones, congelación de soldadas ya escasas desde siempre. Miseria en el horizonte. Muchísima riqueza en las cajas fuertes de los «grandes» que mueven la economía no solo del país, sino de Occidente y ante los que los políticos son unos esbirros, unos «mandados de mierda». Todo el mundo capitalista en crisis, una crisis que padecen los que solo sacan un salario exiguo mensualmente a cambio de todo el trabajo que haya que hacer hoy para ayer; crisis que pagan ellos mientras los amos enriquecen más que nunca. Indecencia esparcida profusamente en todo el mundo occidental, en toda Europa, en toda América.
Crisis en el mar, en aguas internacionales. Israel, como tiene por costumbre, se cree con derecho a saltarse toda ley, toda norma y ataca con sus tropas un convoy de barcos con intenciones quizás no tan inocentes como parecía y sí un tanto provocadoras. Pero no les dieron tiempo a provocar a ese país hecho y aumentado a base de decretos y de robar e invadir las tierras de sus vecinos. Muertos, nueve muertos sobre las cubiertas de los barcos abordados en aguas internacionales por el ejército de Israel. Nudos en el estómago, vuelve la náusea ante los asesinatos de los que, quizá para provocar, querían llegar a Gaza sin pasar forzosamente por las horcas caudinas de los judíos asentados en tierras palestinas.
Ataque del ejército de Israel, en aguas internacionales, a uno de los barcos con ayuda humanitaria que se encaminaba a Gaza.
Dolor, mucho dolor ante la mujer asesinada por la violencia machista de cada día. Aquí, en el norte de Europa, no pasa esto. Al menos, no con tanta frecuencia como en España. Los datos dicen que aumenta el número de las mujeres muertas a manos de cerdos descontrolados debido a la inmigración. Aquí hay mucha inmigrante, pero no tanto crimen. No nos despertamos con la noticia de la mujer asesinada de cada día.
Velas por las víctimas de la violencia machista.
También hay crisis, pero no tanta. Hay políticos equivocados, pero no tanto. Hay oposición, claro, y fuerte y variada ideológicamente, pero arrima el hombro ante la crisis en vez de negarse y negar cualquier movimiento del gobierno. Curiosamente, no me produce bienestar vivir aquí esta temporadita, tampoco envidia. Siento pena porque allá abajo no seamos capaces de sentir esta «solidaridad política desde la oposición honesta», porque, sencillamente, no existe. Vuelve el asco, la náusea. También me la producen aquellos que, sin dar la cara, aprovechan el anonimato para criticarme por lo que puedo decir desde aquí. Incluso me da asco mi vecina, cuando borracha de mal vino, baja al patio en noches de orgía para insultar a «la española», solo por el hecho de serlo. Asco ante el racismo, ante el odio a la extranjera solo por ser, extrañamente viniendo del sur, más rubia, con los ojos más verdes o con una casa más bonita. O porque en el patio ha creado un pequeño jardín para disfrute de toda la comunidad y no para uso de la borracha como pretendían ella y un hombre que la visita. ¡Vaya usted a saber!.
Pena y lágrimas por los desastres que abarcan todo el planeta. EL volcán islandés de nombre impronunciable y las molestias ocasionadas (yo he sido una de las sufridoras) es una pura anécdota ante lo que pasa en otras zonas: graves inundaciones, sequías irremediables, tribus, países enfrentados hasta que muera el último, amenazas nucleares, migraciones sin rumbo en busca de un poco de vida, de alimento, de agua, para ese hijo que ya no resiste unas horas más y que es acosado por las moscas, también sedientas, que vienen a beber en sus ojos y que nadie tiene fuerzas para apartar de un manotazo.
Crisis, miedo, miseria, muerte, hambre, inundaciones, sequías, más miedo, terremotos, muertos, asesinadas.
Pena, asco, rabia que no me dejan dormir. Quizás, mientras todo esté así, nadie deberíamos dormir. Hasta arreglarlo todo entre todos, o hasta morir en el intento. ¡Que asco no tener madera de mártir!.
Hay que animarse.
Seguro que al lado de la dama del tintorro hay otras vecinas encantadoras que saben agradecerte y disfrutar de tu jardin.
Seguro tambien que detrás de todas estas noticias que nos espantan a diario hay millones de personas que como tú y como yo piensan que hay que cambiar. Y vivimos en paises en los que, a pesar de las sorpresas, podemos echar a la calle a los políticos con nuestro voto.
Hay que seguir peleando cada uno con nuestras armas, pero tambien tratar de «disfrutar de las cosas sencillas»: ¡si, es un tópico y lo sé!; pero también sé que ese tópico esconde mucha verdad.
Finalmente hay que revelarse siempre contra tanta mezquindad; pero no dejar que invada nuestra vida.
En fin, que un abrazo y a ver si nos vemos un día con los mejores Descartes en Madrid.