NI SAN FERMÍN, NI CAMPS. SÓLO CRISTIANO
El dia 6 de Julio, este año, no va a pasar a la pequeña historia por ser el inicio de los sanfermines de Pamplona, ni por el chupinazo, ni siquiera por algo tan serio a nivel nacional y político, como que el Tribunal de Justicia Superior de Valencia haya encontrado «indicios de delito» para seguir un proceso contra Francisco Camps, presidente de la Generalitat Valenciana. El «tío Paco» de los gitanos levantinos, el hombre por el que Rajoy sí pone la mano en el fuego, con riesgo de quemarse, no es suficiente noticia para marcar ese día. El 6 de Julio lo ha marcado un veinteañero con aspecto de gañán vestido de domingo que dicen que juega muy bien al fútbol. Sí, claro, me refiero aCristiano Ronaldo dos Santos Aveiro. Tres nombres y un apellido para un niño pobre, hijo de pescador, cuyo único mérito en la vida ha sido patear bien el balón. ¡Que lejos estaba en su pueblo de Madeira de pensar que, años después, sería adorado como un dios por más de 80 mil personas!.
Cuando nació, el pescador puso al nene de nombre Cristiano porque lo era y Ronaldo porque -misterios de la vida- el pescador en cuestión ¡admiraba a Ronald Reagan!. El dos Santos fué para que toda la corte celestial lo protegiera. No tenía mal ojo el humilde padre del niño. Como no quería la pesca para Cristiano (todos aspiramos a dar lo mejor a nuestros hijos) Dinis -que así se llama el progenitor- lo metió a jugar al fútbol con tan buena fortuna que a los 12 años se lo llevaron con los alevines del Sporting de Lisboa. Luego, sube, sube, sube… para empezar a hacerse de oro en el Manchester. En el año 2003, pasó de cobrar 1.500 al mes a 150.000. Ha ganado muchos trofeos, balones de oro y ha seguido subiendo hasta culminar ese ascenso en la fiesta-presentación que le ha preparado Florentino en el Santiago Bernabéu. Más de 75 mil personas dentro del campo y más de 5 mil en los alrededores ante una pantalla gigante, viendo al niño rico hacer el paseíllo y dejándose querer. Es lo que le gusta, a pesar de que algunos se empeñan en decir que es tímido.
Presentación de Cristiano Ronaldo en el Bernabeu. (Foto: EFE / Ballesteros)
No puedo entender que por una persona se paguen 94 millones de euros en este nuevo mercado de esclavos que es el fútbol. Si no fuera patético y deplorable, sería para tomárselo a broma. ¿Quién por su trabajo puede valer 94 millones de euros?. ¿Cuántas miserias se podrían arreglar destinando una parte de ese dinero a acciones benéficas, pongo por caso?. Pero Cristiano Ronaldo dos Santos es la acción benéfica del avispado negociante que es Florentino Pérez. Es la conclusión a la que he llegado después de ver el gran festejo y el gran despliegue originado, dirigido a dos objetivos: reforzar más si cabe el ego de un pobre nilño rico y crear la ilusión en todos esos miles de personas que han seguido embobados, felices, eufóricos la fiesta, creyéndose por un momento, 15 minutos, que eran parte del éxito, del dinero, de la popularidad de otro. Vanas ilusiones porque mañana, mientras el pobre niño rico descanse en una piscina de mucho lujo y Florentino empiece a escuchar el tintineo indicador de que ya ha empezado la recolección de pasta gracias al gran fichaje (85 por camiseta y ayer se vendieron miles), los madridistas volverán a sus trabajos cotidianos, a sus apuros para llegar a fin de mes y a no poder ver nunca a Cristiano Ronaldo dos Santos jugando en el campo de fútbol, porque no tendrán 100 para pagar la entrada. Y que quien sea nos coja confesados y en estado de gracia, porque la estancia del niño, puede ser una cruz. Chulito que es (dicen los que le conocen).
Lo mejor de todo ha sido el comentario a la prensa de Paris Hilton, rica por familia y por rentabilizar sus excentricidades: «no iré a verlo a Madrid. Es demasiado…gay para mi gusto». O sea, como quien dice «mucho ruido y pocas nueces». ¿O poco fuelle?. Con perdón y mis respetos para los gays, pero solo repito el comentario.Visto lo visto, para festejos, me quedo con mi tierra y mis fiestas que son de todos y para todos. ¡Gora San Fermín!. ¡Viva san Fermín!.