SANFERMINES DE LUTO
Luto por un joven de Alcalá de Henares. Luto por un chico de 27 años que amaba los encierros, que sabía correr, que respetaba ese acto de medir fuerzas con la vida porque era consciente de los peligros que encerraba y, por eso, se preparaba a conciencia. La mala suerte le hizo perder la vida. Cuando ya faltaban pocos metros para llegar a la plaza, Capuchino, el morlaco más pequeño de los que corrían esa mañana volvió, desorientado, sobre sus pasos y se llevó la vida de Daniel Jimeno.
Capuchino, el toro que mató a Daniel Jimeno, durante el encierro. (Foto: Diario de Navarra)
Cuando suceden estas desgracias, siempre salen las hordas de denunciantes pidiendo la abolición de las fiestas sanfermineras. Es una salvajada, dicen. Es empujar a la gente a la muerte, dicen. Es un horror que algo así se permita, dicen. Los muertos de todos los años, las desgracias de todos los años por estas fechas con las que -parece ser- se obliga a convivir a los detractores de los encierros, dicen. No es así. Nadie quiere heridos ni muertos en los encierros de Pamplona (ni -supongo, en ningún otro encierro que se celebre en cualquier parte del mundo). Nadie busca sangre para que haya espectáculo. Pero, es cierto, la sangre surje en los encierros. En heridos sin mayor importancia, casi todos los años. En graves con secuelas, apenas.
Leyendo a Luis del Campo, médico de la Plaza de Toros de Pamplona durante muchos años, en su libro «Historia trágica del encierro de Pamplona», confirmo que, desde 1910, han sido 15 los muertos. Con el de ayer, 16. Sé que un solo muerto es mucho muerto, eso no lo vamos a discutir. No hay nada, ni fiestas, ni deportes, ni aficiones que puedan estar por encima de un solo muerto. Sin embargo, los encierros son una seña de identidad nuestra, un rito ancestral y, para los que participan en él, un reto y un peligro que asumen voluntariamente. No hay nada que atraiga más al hombre a lo largo de su historia que retar a algo o alguien más fuerte que él. Un impulso de la sangre que late en muchas personas. Se va a hablar estos días de que el encierrro está lleno de borrachos, que no hay medidas de seguridad suficientes, que los controles no existen… palabras de gentes que, quizás, ni han estado, ni visto, ni saben. Hace ya muchos años que los controles policiales no permiten la entrada de ningún borracho a las calles por donde transcurre el encierro. Los servicios médicos y de enfermería que todas las madrugadas se preparan para atender con rapidez, son inmejorables. Pamplona está preparada para los encierros. El resto, allá donde no se puede llegar, está en manos de la suerte. Hay un problema, no obstante que sí se detecta año tras año: la afluencia de multitudes de todo el mundo que quieren conocer los sanfermines, y las muchísimas personas que corren en los encierros. Estorban, no dejan correr limpiamente, no saben cómo comportarse ante el toro. Y hacen que el peligro se multiplique.
En Pamplona, aunque se rindan homenajes a Ernest Hemingway, por lo bajo es muy cuestionado. En buena medida, él fue el causante de esas avalanchas extranjeras (por extrañas) que invaden Pamplona en estos días. Estábamos mejor nosotros con nosostros mismos, piensan muchos navarros. Si desde sus orígenes el encierro es una actividad de alto riesgo, desde que Pamplona es conocida por sus fiestas en todo el mundo el encierro es ya de altísimo riesgo. Entonces ¿qué hacer?. ¿Borrar de un plumazo una tradición que nada tiene de salvaje y sí bastante de heroica para nosotros?. La muerte es una posibilidad (afortunadamente remota) en algunos espectáculos como los encierros. Sean de Pamplona, de San Sebastián de los Reyes en Madrid, o de otro sitio. Si abolimos los encierros porque implican grave riesgo para los que en él participan, habría, por la misma regla, que suprimir todas aquellas actividades que el hombre hace libre y voluntariamente y que pueden implicar jugarse la vida: alpinismo, puenting, paracaidismo, boxeo, vuelo libre, escalada en hielo o roca, bungee jumping, barranquismo, hydrospeed… la lista es demasiado larga para nombrar todas las actividades en las que el ser humano pone en un lado de la balanza su vida, su preparación y su suerte, y en la otra el peligro. Ortega y Gasset llamaba al toro «profesional de la furia», animal totémico que encarna cualidades como la fuerza, el valor o la nobleza. El hombre, no puede desoir ese reto ancestral. Y por eso acude a encontrarse con el riesgo, a medirse con él. A veces, desgraciadamente, el resultado es la muerte.
Descanse en paz Daniel Jimeno, un corredor que sabía lo que hacía, un corredor de casta al que la suerte no le acompañó esta vez.
A mí los encierros me dan mucho miedo y jamás correría en uno. Bueno, creo que en Pamplona no corren las mujeres, pero en otros lugares sí que lo hacen. Pero a pesar de todo, me gusta verlos, me parece un enfrentamiento valiente, aunque esté lleno de peligros, sobretodo por los miles de personas que corren. Me gustan los encierros aunque no se si los entiendo. Los razonamientos que hace sobre este fenómeno ma han parecido muy acertados.
Me acabo de levantar y he leido tu blog sobre los encierros y el pobre chico que murió ayer. Cuando vives la fiesta como la vivimos los de siempre, se agradece mucho que alguien escriba sobre ella con conocimiento de causa. No somos los corredores ningunos bestias. Bestias son los toros y a muchos nos gusta ese enfrentamiento con ellos aunque sabes que te la estás jugando. Pero merece la pena. Es como enfrentarse a cualquier otro desafío y ganar… casi siempre.
Gracias por entender la fiesta y los encierros. Con gente como tú de razonable, otra cosa sería.
Solamente con mirar esa foto que usted publica, me parece que está dicho todo. Esos encierros son una barbaridad de bárbaros.
Lo del chico que ha muerto es una putada bien gorda pero cada uno sabe a qué se expone en los san fermines. Lo peor es que ya hau mucha gente y no se pueden hacer bien las carreras. Las fietas son de lo mejor que he conocido y por eso viene gente de todo el mundo para ver eso en españa.
Participar en los encierros, es cierto que tienen algo de llamada ancestral, algo que va más allá del puro razonamiento y está muy bien apuntado en su escrito. Algo tienen las situaciones en las que el hombre voluntariamente se enfrenta a una situación peligrosa que le producen placer. Así ocurre con los deportes de riesgo. Y con los encierros, en que la adrenalina va corriendo a raudales. Ese enfrentamiento con el peligro produce miedo y luego el placer de vencerlo enfrentándose a el. No todo el mundo es capaz de verlo y sentirlo así y por eso piensan que son salvajadas.Los salvajes son los que van y no saben a qué se están enfrentando.
Has estado muy bien en este comentario sobre los encierros y las fiestas, michica. No somos unos descerebrados por correr en los encierros. En mi familia hemos corrido todos desde mi abuelo y gracias a dios no nos ha pasado nunca nada serio. Pero sabemos hacerlo y hemos tenido suerte. Yo esta noche no me voy de farra, porque mañana hay que correr ¿no crees?. Que hay tiempo para todo y para hacerlo bien. El chaval que ha muerto parece que era serio también. Mala suerte, una putada de la vida. Lo siento por el y su familia. Y la novia, pbre chavala.