DE BERLÍN A SAN FERMÍN

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Ana Torrico, corresponsal de TVE en Berlín, regresa a Madrid. Un cambio más dentro del baile de corresponsales que se están produciendo en «la casa», como siguen llamando a TVE los que a ella pertenecen desde hace años. Han sido tres años de trabajo intensivo al frente de esta corresponsalía situada en lo que ya es centro de Europa, a todos los niveles, para las próximas décadas. Ana, cigarrillo en mano, es una profesional dura, eficaz y exigente. Muestra de su buen hacer, ha sido el trabajo realizado desde Berlín, cubriendo muchos frentes. Pero también su trabajo anterior, como redactora en el Canal 24 Horas. A su despedida -una cena en un acogedor restaurante italiano- acudimos todos los compañeros de los distintos medios de comunicación, amigos, conocidos… Nadie faltó a la cita numerosa, ni siquiera nuestro embajador en Alemania. Fué una prueba de que, aunque Ana se vaya, deja aquí buenos amigos y compañeros de viaje que lo han sido por un tiempo. Asiste también su sustituto, hasta ahora uno de los segundos de a bordo en los Servicios Informativos de TVE al que, por lo visto, le debe gustar Berlín. Como a muchos españoles. Algo tiene esta ciudad que, a pesar de sus problemas, de sus obras permanentes, de su aspecto destartalado en muchas zonas, cautiva al visitante. Ana Torrico, -penita, creo yo, por dejar esto y alegría porque vuelve a casa, me dice ella,- se lleva en la maleta infinidad de recuerdos de esta etapa profesional y unos cuantos objetos, obsequios de los presentes en su despedida, que le recordarán en Madrid su paso por esta tierra. Desde este blog, ¡suerte en tu nueva andadura en los Informativos de TVE en Madrid, Ana!.

Suerte -merecida también, sin duda,- es la que ha tenido Nacho Duato con la Compañía Nacional de Danza que ha pisado escenario berlinés por vez primera. Presentó una coreografía-homenaje a Bach con guiños de humor y bailes más ligeros en la primera parte y una segunda más «densa», con más calado. No vamos a discutir ahora sobre la preparación de esta compañía porque tienen todos un alto nivel de interpretación. Y tampoco de la coreografía, el vestuario y los efectos: bien, ciertamente. Una sonrisa en algunos espectadores enterados, con los «solos» que Duato hace al comienzo y al final de la obra. A pesar de rondar el medio siglo, se resiste, por más que diga lo contrario de vez en cuando, a bajarse del escenario. Al final de la representación (que se creó en 1999, es decir, es algo del siglo pasado) más de diez minutos de aplausos, pataleos y silbidos. No, que nadie se extrañe: en Berlín, los autóctonos demuestran su entusiasmo con rotundos pataleos, aplauden interrumpiendo las representaciones cuando algo les gusta y silban con furia para mostrar admiración por algo. Hay una curiosa mezcla de estar o ser «in» y de paletismo en los berlineses. Aquí todo resulta bastante curioso.

El papeleo en la Administración, por ejemplo. Me cuenta mi amiga Mercedes que se ha tenido que hacer algo que llaman el «Anmeldung», una especie de certificado de residencia itinerante de segunda vivienda, porque si no, no puede ni siquiera abrir una cuenta en un banco. Va con su hijo a las oficinas de su distrito -algo así como nuestra Juntas Municipales- y, después de hacer una cola de 45 minutos en Información, el propio le informa que tiene que coger un número en una máquina y esperar. Coge el número la pobre y se da cuenta que tiene por delante ¡a cien personas!. Dos horas de espera. Y luego nos quejamos de la Administración en España: gloria bendita, al lado de la alemana. Eso sí, después de dos horas de espera, la funcionaria le atendió relajadamente y fué muy amable. Le digo por teléfono «mujer, es que solo hubiese faltado que, al ritmo descansado que trabajan, encima estuviese de mal humor y te diese patadas en el culo». Pero Mercedes ni se ríe. Se está acostumbrando a sobrellevar a los alemanes con gran estoicismo y paciencia. Así es la vida.

Mientras tanto, ZP cambia a varios ministros porque ha empezado la carrera hacia la elecciones generales. A ver qué traen de nuevo estos chicos para solo ocho meses de gestión. Y en mi tierra -¡tanta pena por no poder estar allí!- acaba de estallar la fiesta. ¡Viva San Fermín!. ¡Gora!.

Camino Ciordia


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